OLLER, FRANCISCO
El
pintor Francisco Oller y Cesteros nació el 17 de junio de 1833 en Bayamón. Los
padres de Francisco, don Castellano Oller y doña María del Carmen, observaron el
interés del niño por la pintura. Esto los motivó a radicarse en San Juan, donde
el niño Francisco tomaría clases en este arte con el maestro Juan Cleto Noa. Con
el tiempo, prosiguió estudios de humanidades con los padres jesuitas, pero no
los culminó.
Durante
un tiempo, Francisco trabajó en la oficinas de la Real Hacienda, en la
Intendencia. En eso le llegó la
oportunidad de decorar una iglesia en Río Grande. De esta manera, comenzó a pintar los
primeros lienzos de importancia.
Eran cuadros con motivos religiosos; sin embargo, en esta época, llegó a
pintar un retrato de la Reina Isabel y algunos paisajes.
Tenía
apenas 18 años cuando emigró a España con dinero producto de sus ahorros y con
el que le regalaron algunos simpatizantes. En España, estudió con el maestro
Federico Medrazo, en la Academia de Artes de San Fernando. En ese país pudo
nutrir su espíritu artístico con las diversas visitas que realizó a los
museos. En 1853, vuelve a Puerto
Rico para partir cinco años más tarde hacia Francia, país de gran efervescencia
cultural. Vivió con el producto de
su trabajo como pintor, en el Barrio Latino, en un ambiente de verdadera
bohemia. Tomó clases con el maestro monsieur Couture, y se hizo amigo del pintor
Gustavo Courebt, de quien recibió apoyo y habría de enseñarle a mejorar las
técnicas de la pintura.
Regresa
a la Isla en 1865, con el propósito de vivir por cierto tiempo en el Palacio de
Santa Catalina, gracias a una invitación del gobernador Félix María Messina y
cuya esposa quedaría plasmada en un lienzo del artista. Para el 1857, llevó a cabo una
exposición de sus obras y, en el 1868, se casó con Isabel Tinajero, quien
inspiró el cuadro Santa Cecilia.
Oller
abrió una Academia de Dibujo y Pintura, y publicó un libro sobre las técnicas de
la pintura. Recibió el título de
Pintor de la Real Cámara por parte del rey Amadeo I de España. Regresa a Europa
y permanece esta vez durante el período comprendido entre 1873 y el 1884. Allí participó en la Exposición de
Viena, compartió con sus antiguos amigos y realizó una exposición con más de 50
obras en el palacio La Correspondencia, de España. Volvió a la Isla en el
1884.
En
sus obras pictóricas sobresalen dos temas: el religioso y las costumbres del
campesino y del negro.
Entre
sus diversas obras, podemos mencionar:
La Virgen de la Concepción, El
bautismo de Jesucristo, La ánimas, San José y el Niño Jesús (éstas fueron
las primeras pinturas de importancia que realizara para la iglesia de Río
Grande), Galatea (realizada en París), La visita de la Virgen María a su prima
Isabel (en la iglesia San José), Autorretrato, La negrita mendiga, La mulata
Pancha, El trapiche meladero en Puerto Rico, La recompensa de la nodriza y El velorio.
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